jueves, 16 de mayo de 2013

Esas dos palabras se quedan cortas.

Puede que no te lo demuestre cada día. Puede que la mayor parte del tiempo que estoy contigo, me lo pase peleando. Puede que no te suela hacer caso, ni te obedezca siempre, ni me comporte contigo como te mereces. Pero si hay algo que sé, es que te quiero.

Si 15 primaveras llevo respirando el mismo aire que tú, y durante algún tiempo lo he respirado junto a ti, o más bien, dentro de ti, aunque viviésemos ambos 100 años más, no tendría tiempo para agradecerte todo lo que me has dado. Lo que me has enseñado, lo que me has aportado, lo que te has sacrificado por mí y todo lo que hemos discutido por y tan solo mi bien.

Y es que, me siento tan imbécil cada vez que me paro a pensar que no siempre estarás ahí, y aquí sigo yo, sin tan siquiera darte un beso. Sin abrazarte. Sin decirte que te quiero, y que si un día doy mi vida por alguien, sería por ti. Igual que tú te la jugaste porque yo naciera. ¿Cómo puede decir Dios que él me dio la vida? Lo siento, pero te equivocas, la vida me la dio mi madre. Ella sufrió el parto. ¿Qué hacías tú mientras tanto?

Un día tendré que coger el vuelo e irme. Y ya entonces, espero que sepa darte el cariño que te mereces, aunque puede ser demasiado tarde. Puede que entonces tú ya no estés aquí. Puede que el maldito tirano que se lleva a tus seres queridos ya te haya llevado a ese otro lugar. A ese lugar donde se unen las mejores personas. Ese lugar sin nombre. Y, por eso, me entristezco cada vez que me doy cuenta de que no te demuestro mi amor. Y reconozco que alguna vez lloré pensando que te ibas y me dejabas en este mundo sinsentido. Solo. Desolado. Triste. Muerto por dentro quizá.

Por eso, hoy te lo digo delante de todo el que lea esto, mamá, te quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario