viernes, 14 de junio de 2013

La palabra: los cañones de toda la vida.

"Las palabras pueden hacer más daño, se clavan en el alma como si fueran clavos", dice una letra de una canción. Y tiene toda la razón. La palabra es más que un conjunto de letras. Es más que un conjunto de fonemas. Es más. Mucho más. La palabra habla y canta por sí sola. No tiene padres, es huérfana, pero puede acabar con toda una civilización ella sola.

La palabra es la primera opción que se te ocurre en una pelea. La palabra nos hace sentir libres cada vez que hablamos con libertad y decimos cualquier palabra. La palabra sola no es nada. Ella está ahí, pero tú tienes que ser lo suficientemente inteligente como para unir un conjunto de ellas y decir una opinión sobre algo. La palabra es una mujer que necesita de un varón para tener sentido, para que se la entienda, para que se la escuche. La palabra es una canción sin música. Un libro sin hojas. Un cielo sin nubes. Porque por sí sola, no puede hacer nada.

La palabra es muchas cosas, pero sobre todo destaca por acercarse a la libertad de expresión. Tú eres libre para decir tus pensamientos, eres libre para formar la revolución de las palabras, eres libre para que salgan de tu boca siempre que quieras y de la forma que quieras. Pero es una lástima que no lo hagas. Es una verdadera lástima; el político robándote y dejándote sin trabajo y sin dinero y tú, ahí, parado(en el amplio sentido de la palabra), sin reprocharle a la cara y pedirle lo que es tuyo, sin manifestar un cambio necesario, no solo para ti, sino para todos. Qué pena que mientras que él abre el cajón para quitarnos más aún si cabe, con todo el poder que tienes en tus manos, no haces nada. Con toda la fuerza que tiene la palabra del pueblo, con todo el poder que derrochan las revoluciones, con la probabilidad que tenemos de meterles miedo saliendo todos a la calle, no hagamos nada. ¿Dónde están las palabras que se utilizaban antes? Antes, sí, en época de franquismo y de guerras, cuando por decir verdades te podían meter un tiro. En esa etapa, los valientes cantaban y decían las verdades a la cara, y sin ningún miedo. Aún sin tener libertad de expresión, hablaban sin miedo a una reprimenda. Muchos murieron afusilados, sí, pero con la tranquilidad de haber dicho la verdad y haberla dicho bien. Ahora en cambio, tenemos libertad de expresión, sí, ¿pero de qué nos sirve? ¿De qué nos vale? Si están todos acobardados sin manifestarse y salir a la calle a por los derechos que ya de por sí tiene. A quién tratarán de engañar. Qué habremos hecho para que la democracia se convierta en dictadura. Qué habremos hecho para perder al pueblo valiente y revolucionario y reemplazarlo por el pueblo cobarde al que poco le importa esta farsa. Qué valientes todos los que tiran la piedra y esconden la mano, pero más valientes son los que en vez de tirar la piedra, se la tragan, porque tienen miedo de que la piedra se vuelva en su contra. Son todos unos cobardes, y cobardes así, no merecen ni llamarse españoles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario