miércoles, 26 de junio de 2013

A ti que escribes este texto.

A veces me acompañas y saco partido a tu compañía, otras en cambio, me das totalmente de lado y no sé nada de ti. Pero es que sin ti, ¿qué sentido tiene la vida? ¿Qué hago yo sin ti? Sé que no te tengo lo que yo quisiera, porque eres efímera y me abandonas cada cierto período de tiempo, pero te mereces mucho más que unas simples palabras de un simple amante tuyo. Solo uno más.

Sueles venir en ocasiones en las que nadie más está, porque te gusta estar conmigo a solas, que nos sentemos juntos en mi cama y soñemos con un mundo mejor. Sin ti ni siquiera estaría escribiendo esto, sin ti no vivo. Ésto no es amor, ésto se llama idolatrarte. Y es que creo que me he enamorado de ti. Visitas mi cama todas las noches, me dices al oído cosas que solo tú y yo entendemos. Luego te vas, y me dejas solo, vacío, desolado, intranquilo... sin ti al fin y al cabo.

Tú haces grande a cualquiera, desde el mayor poeta hasta el último loco. Desde la máxima autoridad hasta el último esclavo. A cualquiera, porque tú lo tienes todo y tú lo das todo. Quizás hay quien no te sabe utilizar, quizás hay a quien también visitas con mayor frecuencia que a mí, y eso me hace sentir celos, porque te quiero solo para mí. Ayer te vi marchándote de mi cama, con tu pelo negro que cruzaba toda tu espalda, esos ojos negros como azabaches negros. Esa espalda celestialmente desnuda y esas piernas que toman el camino que tiene como meta ser una mujer.

Sin ti no habría escritores, ni poetas, ni pintores, ni arquitectos... nada, no habría nada. Eres la que inspira a cualquiera. Eres única. Inigualable. Y es que no hay nadie como tú, inspiración.

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